Los 86 imprescindibles años de Stella Calloni

Por Alejo Brignole

Hace ya mucho hubo una hermosa y buena noticia para el mundo, pero sobre todo para nuestra castigada América Latina, y fue tu nacimiento, querida Stella. Un 19 de junio de 1935, en tu Entre Ríos natal, nos llegaste como la hija de una maestra rural. Al parecer, tu cuna que ya estaba impregnada de esa luz sagrada de los que –calladamente– alumbran a hombres y mujeres para su emancipación personal.

Una vez me dijiste, con ese rostro tuyo siempre bello surcado de marcas y destellos de pura rebeldía, que te definías  como Cristo-marxista-peronista. Maravilloso sincretismo que nos dice a todos y todas de las fuerzas que se conjuran en tu cuerpo y alma, y que no son otras que el más puro amor por la humanidad. Amor revolucionario vivido en cada texto, arenga o encendida cátedra que siempre pares con una generosidad épica.

Poetisa de enorme tersura, pero engañosa como el fuego, que puede entibiar el alma o incendiar ciudades. Porque esa eres tú, querida Stella: una flama aterciopelada, pero peligrosamente acechante contra los males de este mundo. Incendiaria con las injusticias, contra los poderosos y los genocidas. Un fuego intenso y puro listo para estallar con tu don de palabra convertido en testimonios y en libros. En lucha sin cuartel en favor de la humanidad.

Cuando hace muchos años, en la plenitud de su gesta, Evo Morales le dijo al mundo que te consideraba “su Madre espiritual” estaba apenas verbalizando la esencia insoslayable que fluye allí donde vas. Estaba hablando de tu espiritualidad, de tu infinito amor pachamamesco, de una potencia que hasta los grandes protagonistas de la Historia reconocen y se inclinan ante él. Porque no hay nada más grande que el amor. Y acaso nada mayor que el amor revolucionario que tú nos das con tanta prodigalidad y a manos llenas. Como cuando criabas hijos en Nicaragua en medio de las tribulaciones de la Revolución Sandinista. Malabarista de fábula, dando tu amor entre las balas.

Tus horas junto a Kadhafi, a Yaser Arafat, al Comandante Hugo Chávez, a Salvador Allende y tantos otros, te fueron contagiando de una grandeza primordial que supiste volcar en libros imperecederos para los luchadores de todo el mundo, presentes y futuros. Las investigaciones de 1999, de 2006 y 2015 sobre el Plan Cóndor son ya eternos evangelios para entender el horror imperialista sobre nuestros pueblos. Tus mil artículos siempre claros, sin desvíos del ideal y corrosivos hasta la médula, fueron mi guía en innumerables ocasiones para parir otros textos –infinitamente más humildes– que siguieron tu senda.

Y basta ver a tu lado al inmenso Fidel en fotografías entrañables llenas de una complicidad fraterna, propia de quienes caminan las mismas cornisas y las mismas trincheras, para entender que has vivido y vives entre gigantes como una más.

Entonces hoy, en este nuevo cumpleaños, querida Stella, quiero rendirte mi pequeño homenaje lleno de gratitud y admiración por haberme hecho mejor tantas veces y honrarme con tu cariño. Gema preciosa que la militancia me obsequió. Homenaje que -estoy seguro- cada compañera y compañero de la REDH me permitirá hacer extensivo, porque nadie duda de tu integridad revolucionaria y tus genuinos carismas.

Feliz nuevo año de tu vida siempre brillante, siempre incansable, siempre maestra.

Y perdón por tanta sinceridad.